LA ETAPA DEL REINO DIVIDIDO 
II. Los reyes de esta etapa del reino dividido.
EN LA INTRODUCCION A ESTA ETAPA SE REVISA COMO 
A) LA VISION DE CONJUNTO Y 
B) EL METODO DE MIRAR CON LUPA  ---------> ESTE  TITULO  TIENE LOS REYES DEL NORTE VISTO EN EL CAPITULO ANTERIOR "SEGUNDA PARTE" Y  TERCERA PARTE HABLARA DE LOS REYES MAS IMPORTANTES DEL REINO DEL NORTE PRIMERAMENTE Y LUEGO LOS REYES DEL SUR. AHORA ESTA CUARTA PARTE TRATARA LOS PROFETAS ORALES DE ESTE PERIODO DEL REINO DIVIDIDOS ( ELIAS Y ELISEO)
Los profetas orales importantes 
A. Elias. 
Vamos a considerar el ministerio de Elias, uno de 
los profetas más interesantes y valerosos que jamás viviera, siguiendo primeramente un bosquejo 
de temas y después en estricto orden cronológico. 
Una consideración bosquejada de su vida por asuntos: 
1. Elias y el rey Acab: 
a. Anuncio de la sequía de tres años y medio (1 R. 17:1). 
b. El desafío del monte Carmelo (18:17-20). 
c. Predicción del final de la sequía (18:41-46) 
d. La sentencia de muerte del rey y su esposa (21:17-24). 
2. Elias y los cuervos en el arroyo de Qucrit 
(17:2-7). 
3. Elias y la viuda de Sarepta (17:8-15). 
4. Elias y Abdías (18:1-16). 
5. Elias y el pueblo de Israel (18:20-24). 
6 . Elias y los sacerdotes de Baal (18:25-40). 
7. Elias y Dios (19:1-18). 
8 . Elias y Elíseo
a. Llamándole a un servicio especial (1 R. 
19:19-21).
b. Preparándole para un servicio especial (2 
R. 2:1-10). 
9. Elias y Ocozías (2 R. 1:1-17). 
10. Elias y el carro de fuego (2 R. 2:11). 
Un estudio cronológico de su vida 
1. El doctor John Whitcomb presenta a este poderoso tisbita de la siguiente manera:
«A semejanza de un meteoro que aparece 
como una ráfaga repentina de luz en el oscuro cielo, Elias aparece en escena sin 
trasfondo histórico y sin previo aviso.» 
{Solomon to the Exile, p. 50.) 
2. Anuncia al malvado rey Acab que iban a padecer una gran sequía como castigo por el pecado (1 R. 17:1). Santiago, el escritor del 
Nuevo Testamento, se refiere a esta terrible sequía como una prueba del tremendo poder de 
la oración (Stg. 5:17). Santiago dice que la sequía duró tres años y medio. La falta de agua 
fue un castigo divino por el pecado. (Véanse 
Dt. 11:13-17; 28:24; 2 Cr. 7:12-15.) 
3. Dios le ordena después a su profeta que vaya 
a esconderse (de la ira del rey) al arroyo de 
Querit, en el lugar donde se une al Jordán 
(17:2). Allí sería alimentado de manera sobrenatural por algunos cuervos. 
4. Elias es después enviado a una ciudad ubicada en la misma región de donde procedía 
Jezabel, llamada Sarepta, donde Dios había 
encomendado a una viuda que le alimentara. 
Después de lo que le pudo haber parecido una 
eternidad (un año o más), Elias al fin se graduó del I.A.S. (Instituto del Arroyo Seco). La 
experiencia del arroyo seco casi siempre precede, en el plan de Dios para sus siervos escogidos, al desafío del monte Carmelo. Pablo 
pasó tres años en el I.B.A. (Instituto Bíblico 
de Arabia, Gá. 1:18) y Moisés paso unos cuarenta años en I.B.S. (Instituto Bíblico del 
Sinaí). (Véanse Ex. 3:1; 1 R. 17:8, 9.)
Una vez más Dios lleva a cabo lo inesperado. Su profeta que había sido alimentado por 
unos cuervos, es ahora cuidado por una anciana viuda, solitaria y pobre. Elias le pide a esta 
viuda y a su hijo, carentes de recursos, que 
compartan con él los últimos alimentos de que 
disponen, y les promete que Dios va a hacer 
que sus vasijas de aceite y harina estén siempre llenas hasta que termine la sequía y puedan cosechar otra vez. La viuda comparte con    él por fe y encuentra que la promesa de Dios 
es verdadera (17:10-16). 
5. De repente, sin ninguna indicación previa, el 
hijo de la viuda fallece. La viuda, en sus expresiones de dolor en este momento, señala 
dos cosas significativas (1 R. 17:18): 
a. El testimonio de Elias. Notemos la expresión: «Varón de Dios». Aquí tenemos a 
una mujer que había visto al profeta fuera 
del púlpito y antes de que tomara su primera taza de café en la mañana. Ella le vio 
tal como era y todavía le pudo llamar «varón de Dios». La mayor prueba de la religión de un hombre es la prueba del hogar. 
b. Su propia inquietud de conciencia. Le preguntó si había ido a su casa para hacerla 
recordar sus pecados. Quizá había algo secreto y vergonzoso en su pasado que 
intranquilizaba constantemente su conciencia. 
6 . Elias tomó al niño en sus brazos y lo subió al 
cuarto donde estaba alojado, se echó tres veces sobre el cuerpo sin vida del muchacho y 
oró a Dios pidiendo que el Señor le devolviera a la vida. Dios escuchó su oración. Esta es 
la primera de ocho resurrecciones corporales 
que aparecen en la Biblia (sin contar la resurrección de Cristo). Son: 
a. Elias resucitó al hijo de la viuda (1 R. 
17:22). 
b. Eliseo resucitó al hijo de la sunamita (2 R. 
4:35). 
c. Los huesos de Eliseo resucitaron a un 
hombre cuyo cuerpo muerto tocó los restos del profeta durante un funeral(2 R. 
13:21). 
d. Cristo resucitó a la hija de Jairo (Mt. 9:25). 
e. Cristo resucitó al hijo de la viuda (Le. 
7:14). 
f. Cristo resucitó a Lázaro (Jn. 11:43, 44). 
g. Pedro resucitó a Dorcas (Hch. 9:40, 41). 
h. Pablo resucitó a Eutico (Hch. 20:12). 
7. Dios promete a Elias que pronto enviará lluvia y ordena a su profeta que confronte a Acab 
otra vez. En el camino hacia el palacio, Elias 
se encuentra con Abdías, un creyente apóstata 
que servía como mayordomo del rey. Abdías 
intenta impresionar a Elias con sus buenas 
obras (había ocultado a 
100 profetas en una 
cueva para protegerlos de la ira asesina de 
Jezabel), y con resistencia y temor accede a 
informar a Acab de la presencia de Elias 
(1 R. 
18:1-16). 
8 . En el encuentro Acab culpa a Elias de todas 
las dificultades que padece Israel. 
9. Elias, por supuesto, rechaza las necias acusaciones de Acab y desafía al rey y a todos sus 
sacerdotes paganos a una prueba de fuego en 
el monte Carmelo, bajo las siguientes reglas: 
a. Dos bueyes serían sacrificados y puestos 
sobre dos altares, uno dedicado a Baal y 
otro a Dios. 
b. Se oraría a ambas deidades, y el verdadero dios demostraría que lo era enviando 
fuego del cielo que consumiera su sacrificio (1 R. 18:23-25). 
10. Los sacerdotes de Baal oran primero, agonizando, gritando, danzando y sajándose para 
atraer la atención de su dios, pero todo fue en 
vano. Durante este tiempo Elias estuvo mofándose de ellos. Leemos que sobre el mediodía 
Elias se burlaba de ellos:
«Ustedes tienen que gritar más fuerte para 
atraer la atención de su dios. Quizás está 
conversando con alguien, o quizás está 
sentado meditando, o quizás está de viaje, o se ha dormido y necesita ser despertado» (1 R. 18:27, La Biblia al Día). 
11. Al atardecer le llegó el turno a Elias. Tomó 
doce piedras y reconstruyó un viejo altar de 
Jehová que estaba en aquel lugar. Luego hizo 
una zanja alrededor del altar y mandó que 
echaran doce cántaros de agua sobre el altar y 
el sacrificio, de forma que se llenó la zanja de 
agua. Finalmente, Elias se acercó y oró (18:36, 
37). 
12. Cayó fuego inmediatamente del cielo y consumió el sacrificio. Notemos el orden en que 
las cosas se consumieron en el altar: 
a. El holocausto. Esto habla de nosotros mismos (Ro. 12:1-3).
b. La madera. Esto habla de nuestros esfuerzos. Es trágicamente posible para un pastor experimentar el domingo en el culto 
fuego sin madera o madera sin fuego. Lo 
primero sucede cuando no ha estudiado y 
lo segundo cuando no ha orado. 
c. Las piedras. Hablan de las cosas difíciles 
en nuestras vidas. 
d. El polvo. Habla de las cosas inútiles en 
nuestras vidas. 
e. El agua. Esto habla de las cosas imposibles en nuestras vidas (18:38). 
13. Seguidamente Elías ejecutó a los profetas de 
Baal. 
14. Finalmente, después de orar siete veces, hubo 
un gran aguacero (18:45). Dios a veces obra 
en forma indirecta, lo hace así para lograr ciertas cosas específicas. A través de esto: 
a. Elias recibió una valiosa capacitación para 
su futuro ministerio. 
b. Un rey irrespetuoso supo lo que es el temor de Jehová. 
c. Una mujer pagana creyó en el nombre del 
Señor. 
d. Un joven fue resucitado. 
e. Un apóstata fue restaurado a la comunión 
espiritual. 
f. La nación de Israel experimentó un 
avivamiento temporal. 
g. Un gran número de enemigos de Dios fueron destruidos. 
15. Jezabel, al enterarse de lo que había hecho 
Elias, juró matarlo antes de veinticuatro horas, 
y Elias escapó para salvar su vida (19:2). Este 
hecho nos muestra dos verdades espirituales 
importantes: 
a. La infalibilidad de la Palabra de Dios. 
Ningún autor humano hubiera incluido el 
triste relato que leemos aquí. Esta experiencia en la vida de un siervo de Dios tan 
audaz y valeroso habría sido ignorada o 
negada. 
b. La falibilidad del hombre de Dios. Elias, 
al igual que David, fue un hombre que le 
falló a Dios en lo que supuestamente era 
su punto más fuerte. En el caso de David 
era la pureza y en la situación de Elias era 
el valor; pero ambos fallaron. Los dos necesitaron aprender la lección que Pablo 
enseña en 2 Corintios 12:1-10. 
16. Elias huyó hacia el este y después de un día 
de camino cayó agotado debajo de un enebro, 
y le pidió a Dios que le quitara la vida (19:4). 
Esta oración fue hecha hace veintiocho siglos 
y Dios todavía no la ha contestado. Elias, a semejanza de Enoc, fue llevado en vida al cielo 
para que no muriera. (Cp. Gn. 5:24 con 2 R. 
2:11.) Pero algún día el Señor va a permitir a 
su profeta que ponga su vida por Jesús. (Comparar Mal. 4:5, 6 con Ap. 11:3-12.) También 
Moisés (Nm. 11:15) y Jonás (4:3) oraron de 
esta manera desesperada. 
17. Después de un buen descanso, un ángel de 
Dios le tocó y le ofreció alimentos (19:5). Dios 
frecuentemente permite a sus ángeles participar en sus asuntos con el hombre. (Véase He. 
1:14; 1 P. 1:12.)
Elias se encontraba completamente agotado después de haber caminado unas 150 millas (aproximadamente 240 km) desde Jezreel 
hasta Beerseba; necesitaba ahora descanso y 
alimento. Nuestras naturalezas física y espiritual están tan íntimamente entrelazadas que se 
afectan automáticamente la una a la otra. Parte de la terrible depresión que Elias sufría se 
debía al maltrato que había dado a su cuerpo. 
El estómago puede afectar al alma. (Véase Sal. 
127:2.) 
18. Finalmente, Dios mismo le habló con un sonido suave y delicado cuando se encontraba en 
una cueva, quizá la misma cueva desde la que 
Moisés pudo ver la gloria de Dios unos cinco 
siglos antes. (Cp. 19:9 con Ex. 33:21-23.) A 
pesar de su resistencia a hacer lo que Dios le 
indicaba, el Señor ordenó a Elias que llevara 
a cabo inmediatamente cuatro tareas:
a. Que volviera y empezara a predicar de 
nuevo. Además, no estaba solo como él 
pensaba, porque el Señor tenía todavía 
7.000 en Israel que no se habían arrodillado ante Baal ni lo habían besado (19:15, 
18). 
b. Que ungiera a un hombre llamado Hazael 
como rey de Siria (19:15). 
c. Que ungiera a un hombre llamado Jehú 
como rey de Israel (19:16). 
d. Que empezara a entrenar a Elíseo para que 
le sucediera como profeta (19:16). Notemos de pasada que la oración de Elias aquí 
(19:10) es la única oración de un creyente israelita que intercede en contra de su 
amado Israel. Pablo dice específicamente 
que este era el caso (Ro. 11:1-4). Es innecesario decir que Dios nunca ha respondido, ni responderá, a esta clase de 
oración. Juan y Santiago manifestaron el 
mismo espíritu vengativo acerca de ciertos samaritanos incrédulos (Le. 9:55). 
19. Elias retomó y encontró a Elíseo arando. Se 
acercó a él y le echó su capa encima de sus 
hombros. Elíseo pidió permiso para hacer una 
fiesta de despedida para sus padres y criados 
y después siguió a Elias (19:19-21). 
20. Elias confrontó al inicuo Acab en el viñedo de 
Nabot. Allí predijo el juicio divino de muerte 
para el rey y su esposa Jezabel por el asesinato a sangre fría del piadoso Nabot (1 R. 21:17- 
24). 
21. Tiempo después, Ocozías, el impío rey del norte (hijo mayor de Acab), sufrió una caída desde una ventana en el piso alto de su palacio 
en Samaria y quedó muy lastimado. Temiendo lo peor, envió mensajeros al templo pagano dedicado a Baal-zebub, dios de Ecrón, en 
tierra de los filisteos, para preguntar si se recuperaría (2 R. 1:1-3). Este inicuo hijo de Acab 
aparentemente ignoraba la historia de Israel, 
porque si la hubiera conocido no habría confiado en un dios pagano que se mostró totalmente impotente para proteger a sus 
adoradores contra la ira del Arca de Dios (1
S. 5:10-12). Elías fue instruido por Dios para 
que saliera al encuentro de estos mensajeros 
y los hiciera volver a Ocozías con su profecía, 
de que debido a la idolatría del rey, él ciertamente moriría pronto (2 R. 1:3-6).
Ocozías identificó correctamente la identidad de aquel capa peluda y ceñido con un cinturón de cuero, y ordenó a un capitán y cincuenta soldados que fueran a arrestarlo. Cuando los 
soldados se le acercaban, Elias pidió que descendiera fuego del cielo y fueron consumidos. 
El rey envió otros cincuenta y les sucedió lo 
mismo. El capitán del tercer grupo de cincuenta se arrodilló ante el profeta y le rogó que respetara sus vidas y les acompañara. Elias 
accedió y pronto estuvo frente al rey, a quien 
repitió palabras semejantes a las que una vez 
había dicho a su padre Acab. Ocozías murió 
poco después y fue sucedido en el trono por 
Joram, su hermano más joven (2 R. 1:7-17). 
Apenas reinó dos años. 
22. El extraordinario ministerio de Elias se acerca ahora a su fin y pronto sería llevado en un 
torbellino al cielo sin morir. Recorrió rápidamente por última vez los lugares donde solía 
ministrar, desde Gilgal a Bet-el y desde Jericó 
al Jordán. Aprovechó las tres primeras paradas 
para probar la determinación de Eliseo, sugiriéndole que quizá él quisiera dejar aquella clase de vida que llevaba un profeta y volver a la 
tranquilidad de su hacienda. Rehusó hacerlo en 
cada ocasión (2:2, 4, 6 ), afirmándolo con las 
convincentes palabras: «Vive Jehová, y vive tu 
alma, que no te dejaré.» Eliseo, ai igual que 
Rut, demostró que era digno de las bendiciones de Dios (Rut 1:15-17). Elias habló tanto 
en Bet-el como en Jericó con los hijos de los 
profetas que vivían en estos lugares. Estos 
hombres probablemente habrían podido ligar 
su herencia profética a las escuelas de profetas de los días de Samuel (1 S. 19:20). Pero 
ahora no formaban un grupo muy entusiasta.
a. Estaban atemorizados (1 R. 18:4). 
b. Intentaron desanimar a Eliseo (2 R. 2:3,5). 
c. Carecían de fe (2 R. 2:16-18).
Cuando llegaron al río Jordán, Elias dobló 
su manto y golpeó el agua con él; las aguas 
se separaron y ellos pudieron cruzar en seco 
(2:8). 
23. Elías entonces le preguntó a Eliseo qué quería 
que hiciera por él antes de que fueran separados. Eliseo pidió que le otorgara una doble porción de su espíritu. Elías le respondió que 
aquello era difícil, pero que le sería concedido 
si estaba presente cuando él partiera (2:9, 10). 
24. Repentinamente un carro de fuego, tirado por 
caballos de fuego, apareció ante ellos y Elías fue arrebat«¿Dónde está Jehová, el Dios de Elias?»ado al cielo en un torbellino (2 : 1 1 ). 
Así se convirtió en la segunda persona que vio 
la gloria sin pasar por el sepulcro. (Véase Gn. 
5:24 para la otra persona.) 
B. Eliseo. 
1. Separación de las aguas del Jordán (2 R. 2:14). 
Cuando Elías desapareció de su vista, Eliseo 
recogió el manto de su maestro y volvió a la 
orilla del Jordán para comprobar si su petición 
de poder le había sido concedida. Golpeó las 
aguas con el manto de Elías y gritó:  Las aguas del 
río se apartaron inmediatamente. Esta fue la 
tercera vez que semejante milagro ocurrió en 
la historia de Israel. (Cp. Jos. 3:17; 2 R. 2:8, 
14.) En nuestro mundo de hoy, el grito es: 
«¿Dónde están los Elias del Señor Dios?»
Todo esto fue observado por los estudiantes del I.B.J. (Instituto Bíblico de Jericó), pero 
estos profetas pesimistas encontraron difícil 
creer que Elias había sido realmente llevado al 
cielo. Por consiguiente, sugirieron que algunos 
de sus hombres más fuertes se organizaran en 
un equipo de rescate. «... quizá lo ha levantado el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él les dijo: No 
enviéis» (2 R. 2:16). Como le insistieron repetidas veces, Eliseo estuvo de acuerdo en ir 
a buscarle; pero después que cincuenta hombres le buscaron durante tres días se dieron por 
vencidos (2 R. 2:17, 18).
Eliseo usó su poder sobrenatural en toda su 
amplitud. Ningún otro en el Antiguo o Nuevo 
Testamento (aparte de Cristo), con la posible 
excepción de Moisés, se le puede comparar en 
sus milagros. 
2. La purificación de las aguas de Jericó (2:19-
22) .
En Jericó Eliseo purificó las aguas de un pozo 
de la ciudad que estaban contaminadas y que 
las gentes creían que producía abortos. El las 
sanó echando un tazón de sal en las dañinas 
aguas (2 R. 2:19-22). Siglos antes Moisés había realizado un milagro similar en Mara (Ex. 
15:23-25). 
3. Juicio sobre algunos maleantes en Bet-el (2:23, 
24).
En su camino a Bet-el le salió al encuentro una 
banda de jóvenes maleantes de aquella ciudad 
que se burlaban de su calvicie y del reciente 
arrebatamiento al cielo de Elias. Eliseo hizo 
que aparecieran dos osos que despedazaron a 
cuarenta y dos de aquellos muchachos como 
castigo divino (2 R. 2:23-25). La palabra hebrea yeled que se ha traducido a veces como 
«niños pequeños», debe sin duda traducirse 
como muchachos o jóvenes. La misma palabra la encontramos en 1 S. 16:11, refiriéndose a David, y para ese entonces David ya tenía 
bien establecida su reputación de «guerrero 
valiente» (1 S. 16:18), habiendo matado a un 
león y a un oso (1 S. 17:34-37). Notemos las 
palabras de mofa que usaban: «¡Calvo, sube! 
¡Calvo, sube!», un esfuerzo obvio por ridiculizar el arrebatamiento de Elias. (Véase Lv. 
26:21,22.) 
4. Hizo que se llenaran de agua unos estanques 
vacíos (2 R. 3:16-27).
Este milagro tuvo lugar en los días de Josafat 
rey de Judá. Josafat había sido otra vez arrastrado por la dinastía de Acab a una alianza profana. Esta vez (la cuarta y la última), el rey 
Joram, el hijo más joven de Acab, le persuadió a ser parte de una alianza para derrotar a 
Moab, que se había rebelado contra Israel, rehusando pagar tributo después de la muerte de 
Acab (3:1-8).
Los dos ejércitos aliados se encontraron en 
el desierto de Edom y pronto se enfrentaron con 
el problema del agua. En su desesperación los 
dos reyes se propusieron consultar con Eliseo 
cuando descubrieron que se encontraba secretamente entre ellos. Eliseo no hizo caso de los 
ruegos del malvado Joram, pero accedió a ayudar por amor de Josafat. Siguiendo sus instrucciones cavaron grandes estanques y al día 
siguiente Dios los llenó de agua (3:9-20).
Los moabitas se habían ya dado cuenta del 
inminente ataque y juntaron todas sus tropas 
tomando posiciones en la frontera. En el día 
de la batalla, los moabitas fueron confundidos 
por los rayos del sol que brillaban sobre el 
agua de los estanques, creyendo que era sangre; se lanzaron inmediatamente al ataque convencidos de que sus enemigos se habían 
enzarzado en un combate sangriento entre ellos 
(3: 21-23).
Esta acción precipitada les hizo caer en una 
trampa que les llevó a una completa derrota. 
El rey de Moab se refugió en una ciudad y 
cuando vio la situación desesperada en que se 
encontraba trató de romper el cerco dirigiendo a 700 hombres que manejaban espada. 
Cuando esto le falló, tomó a su hijo mayor y, 
ante el horror de los soldados aliados que lo 
observaban, le sacrificó a su dios como ofrenda quemada (3:22-27). 
5. Llenó de aceite vasijas vacías (4:1-7).
En Samaria rescató a la viuda de un profeta 
temeroso de Dios que estaba azotada por la 
pobreza de manos de su acreedor, que la amenazaba con llevarse como esclavos a sus dos 
hijos por falta de pago. Elíseo ordenó a la mujer que pidiera prestadas a sus vecinas todas 
las vasijas que pudiera encontrar y que luego 
vaciara su jarro de aceite en las vasijas. Así lo 
hizo y todas las vasijas quedaron llenadas de 
forma sobrenatural, resolviéndose así su problema de deudas (2 R. 4:1-7). A Dios le encanta usar las cosas pequeñas: 
a. Usó la vara de Moisés (Ex. 4:2). 
b. Usó la vara de Aarón (Nm. 17:8). 
c. Usó la honda de David (1 S. 17:49). 
d. Usó la trompeta de Gedeón (Jue. 7:18). 
e. Usó el puñado de harina de la viuda (1 R.
17:12).
f. Usó la comida de un jovencito (Jn. 6:9-11). 
6 . Resucitó en Sunem a un niño muerto (4:18-21, 
32-37).
Una mujer prominente de la ciudad y su esposo le habían dado un lugar para descansar. 
Para recompensarla por su amabilidad, Eliseo 
le prometió que tendría un hijo. El hijo nació 
pero años después enfermó y murió. La madre en su desesperación buscó a Eliseo y le 
rogó que hiciera algo por su hijo. Él entonces 
envió a Giezi, su poco piadoso siervo, para que 
pusiera el báculo del profeta sobre el rostro del 
niño, pero fue en vano. Entonces llegó Eliseo, 
se tumbó sobre el niño en la cama, lo estrechó sobre su cuerpo; el niño entró en calor, estornudó siete veces y abrió sus ojos (2 R. 
4:8-37). Más tarde Eliseo advirtió a esta mujer de que habría de parte de Dios un período 
de siete años de hambre y la aconsejó que se 
fuera con su familia a otro lugar. Al volver fue 
al rey Joram del norte para reclamarle su tierra. Sucedió que Giezi estaba allí contándole 
al rey cómo una vez Eliseo había resucitado a 
un niño, y en ese preciso momento la mujer 
entró. El rey quedó tan impresionado que ordenó se le restablecieran a la mujer sus propiedades (2 R. 8:1-6). 
7. Purificación de la olla de comida en Gilgal 
(4:38-41).
El Gilgal, un estudiante de los hijos de los profetas echó por ignorancia en la olla de comida 
que estaba preparando Giezi, calabazas envenenadas. Nada más descubrirlo Eliseo lo purificó 
echando harina en la olla (2 R. 4:38-41). 
8 . Alimentó a 100 hombres de manera sobrenatural haciendo que veinte piezas de pan y un 
saco de trigo se multiplicaran y sobrara (4:42- 
44).
Estando cerca de Baal-salisa alimentó de forma sobrenatural a 1 0 0 hombres usando un saco 
de trigo y veinte piezas de pan de cebada. Una 
vez más Giezi, el sirviente del profeta mostró 
su naturaleza camal dudando de que se pudiera 
hacer. Actuó él aquí como lo hicieron años 
después Felipe y Andrés antes del milagro de 
la alimentación de los 5.000 que Cristo realizó según Juan 6:5-13 (2 R. 4:42-44). 
9. La curación de Naamán (5:1-19).
El rey de Siria tenía en este tiempo un general de su ejército que se llamaba Naamán. Este 
general era un hombre honorable, valiente y 
exitoso, pero era también leproso (2 R. 5:1). 
Una joven criada hebrea que servía en casa de 
Naamán le habló a su amo acerca del milagroso poder del profeta Eliseo en Israel. Actuando en base del testim onio de esta joven 
esclava, el rey de Siria envió a Naamán al rey 
Joram de Israel, llevándole un regalo de treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de 
oro, y diez mudas de ropa, además de una carta 
personal de recomendación, solicitando la sanidad de su súbdito (5:2-6).
Joram se llenó a la vez de ira y de temor 
ante semejante petición y llegó a la conclusión 
de que esta demanda de Siria era una excusa 
para invadirles de nuevo. Eliseo, por otra parte, se enteró pronto del propósito de la visita 
de Naamán e invitó al leproso general a que 
le visitara (5:7, 8 ). Naamán llegó a la casa del 
profeta y esperó a la puerta, allí fue instruido 
por un criado para que fuera hasta el Jordán y 
se lavara siete veces en el río, a fin de curarse 
de la lepra. El soldado sirio se enfureció ante 
un «trato tan impersonal», pero fue finalmente convencido por sus siervos para que obedeciera quedando inmediatamente sanado al 
hacerlo (5:9-14).
Naamán volvió a la casa de Eliseo y esta 
vez el profeta le saludó, pero rehusó aceptar 
su regalo. Giezi, el criado de Eliseo, codició 
el regalo y poco después fue tras Naamán para 
decirle que su amo había cambiado de opinión 
acerca del obsequio. Naamán le dio seis mil 
monedas de plata y dos mudas de ropa nuevas. Eliseo lo descubrió y Giezi fue castigado 
a padecer la misma clase de lepra de la que Naamán había sido curado (5:15-27). 
10. Predijo el juicio de lepra sobre Giezi (2 R. 
5:15-27). 
11. La recuperación de un hacha perdida (6:1-7). 
Eliseo hizo que un hacha que había caído accidentalmente al río Jordán flotara en el agua 
(2 R. 6:1-7). 
12. Reveló el plan secreto de guerra de Siria (6 :8 -
12).
El profeta Eliseo, que se negó una vez a ayudar a Joram del reino del norte, le ayuda ahora avisándole de varios planes sirios de 
tenderle emboscadas (2 R. 6:8-10)
El rey de Siria llegó a pensar que tenía un 
traidor en sus propias filas que informaba al 
rey de Israel de todos sus proyectos, pero uno 
de sus oficiales le informó que era Elíseo el 
que conocía y revelaba sobrenaturalmente todos los planes (6:11, 12). En consecuencia, 
envió soldados de caballería e infantería a 
Dotán para prenderlo. Al despertarse al día siguiente, Elíseo se encontró cercado en la ciudad por el ejército sirio (6:13-15). 
13. Oró para que su siervo pudiera ver a un invisible ejército celestial y para que fueran cegados los soldados sirios (6:15-23).
El criado de Elíseo estaba aterrado, pero el 
profeta pronto le reafirmó:
«Él le dijo: No tengas miedo, porque más 
son los que están con nosotros que los que 
están con ellos. Y oró Elíseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que 
vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba 
lleno de gente de a caballo, y de carros de 
fuego alrededor de Elíseo. Y luego que los 
sirios descendieron a él, oró Elíseo a Jehová, 
y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a 
esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Elíseo» (6:16-18).
Entonces Elíseo guió a estos soldados sirios 
ciegos a Samaria, donde sus ojos fueron abiertos. El rey Joram (del reino del norte) estaba 
determinado a matar a estos incapacitados soldados enemigos, pero el profeta se lo impidió 
(6:19-23). Este pequeño relato refuta por sí 
mismo la denuncia diabólica de liberales e incrédulos de que el Antiguo Testamento es solamente un relato sangriento de matanzas bajo 
la ley de «ojo por ojo y diente por diente». 
Aquí todo un ejército sirio fue derrotado mediante la compasión. (Véase Ro. 12:20, 21; Pr. 
25:21,22; Mt. 5:43-45.) 
14. Cegó a todo un ejército sirio (2 R. 6:18-23). 
15. Predijo que Samaria no perecería de hambre 
(2 R. 7).
Algunos años después (quizá después de la 
muerte de Naamán), los sirios invadieron otra 
vez el reino del norte y sitiaron a Samaria, la 
capital, causando que en la ciudad se pasara 
mucha hambre. Debió ser algo horrible e indescriptible, al punto de que una cabeza de 
asno llegó a costar ochenta monedas de plata, 
y un cuarto de litro de estiércol de paloma cinco monedas de plata. Llegó a ser tan desesperada la situación que practicaron incluso el 
canibalismo (6:29).
Moisés había profetizado cinco siglos antes 
que estas llegarían a ser las consecuencias si 
desobedecían al Señor (Lv. 26:27-29). El reino 
de Judá en el sur sufrió situaciones parecidas 
de desesperación durante la destrucción de Jerusalén. (Comparar Dt. 28:53 con Lm. 4:10; 
véase 2 R. 6:25-29.) El rey Joram de Israel recordó con resentimiento cómo Elíseo le había 
impedido años atrás destruir al ejército sirio 
cuando estaba ciego a su merced, y juró ejecutar al profeta, culpándole por la terrible situación que ahora sufrían (6:31). El imperturbable 
profeta ignoró las amenazas del rey y predijo 
que el alimento sería tan abundante que al día 
siguiente se podrían comprar en el mercado de 
Samaria siete litros de harina o quince litros de 
cebada por una moneda de plata. También predijo que el ayudante personal del rey, un hombre muy arrogante, vería el alimento pero no 
viviría para comerlo (7:1, 2).
Fuera de las puertas de la ciudad se hallaban sentados cuatro leprosos hambrientos que 
decidieron en su desesperación rendirse al rey 
de Siria, y a ese fin se encaminaron hacia el 
campamento enemigo (7:3, 4). Pero el Señor 
hizo que sus propios pasos resonaran como 
ruido de carros de combate, caballería y gran 
ejército. Los sirios pensaron que el rey de Israel había contratado a los hititas y a los egipcios para atacarlos (7:5-7).
Dios ya había empleado este método antes 
(2 S. 5:23, 24; Jue. 7:16-21; 2 Cr. 20:20-25). 
Después de saquear el campamento, fueron y 
llevaron las buenas nuevas a Samaria. No tardando mucho, miles de personas, frenéticas y 
felices, salían corriendo por la puerta camino 
del campamento sirio. El rey ordenó a su ayudante personal que controlara la situación en 
la puerta, pero la gente ansiosa por salir le 
atropelló y murió, tal como Elíseo había profetizado. Aquel mismo día se compraban a la 
puerta de Samaria siete litros de harina o quince litros de cebada por una moneda de plata 
(7:8-20). 
16. Predijo la muerte de Ben-adad rey de Siria, y 
el subsiguiente reinado de Hazael (2 R. 8:7- 
15).
Elíseo marchó a Damasco a visitar al rey 
Ben-adad de Siria que estaba enfermo. 
Hazael salió a su encuentro para saludarle y 
entregarle un presente de parte de Ben-adad 
de los mejores productos de la tierra que llevaba cargado en cuarenta camellos. Hazael 
llevaba el encargo de preguntarle si el rey 
sirio se recuperaría de su enfermedad. Elíseo 
le dio la extraña respuesta de que sí se sanaría, pero que todos modos moriría (2 R. 
8:7-10).
Elíseo también predijo que Hazael sería el 
siguiente rey de Siria y que durante su reinado se derramaría mucha sangre israelita. 
Hazael lo negó, pero al día siguiente asfixió 
con una manta a su señor (2 R. 8:11-15).
Hazael tiempo después oprimiría a Israel 
sin compasión (2 R. 13:22). Elíseo instruyó a 
uno de los hijos de los profetas para que fuera 
a buscar a Ramot de Galaad a un soldado llamado Jehú y le ungiera como rey de Israel. Así 
lo hizo y Dios le encomendó que ejecutara a
todos los miembros de la dinastía de Acab, incluida Jezabel, cuyo cadáver lo devorarían los 
perros después (2 R. 9:1-10). Nota: Dios había ordenado a Elias que ungiera tanto a 
Hazael como a Jehú, pero por alguna razón 
que ignoramos no lo hizo. (Véase 1 R. 19:15, 
16.) 
17. Predijo las tres victorias de Israel sobre Siria 
(2 R. 13:14-19).
Elíseo fue visitado en su lecho de muerte por 
Joás, el impío rey del norte, quien a pesar de 
todas sus iniquidades tenía aparentemente cierto afecto por el profeta. Al visitarle lloró ante 
su muerte inminente. Siguiendo las extrañas 
indicaciones de Eliseo, Joás arrojó una flecha 
a través de la venta del cuarto, lo cual simbolizaba la victoria de Israel sobre los sirios. Después le pidió que golpeara el suelo con unas 
flechas, lo que hizo tímidamente tres veces, 
enojándose Eliseo por ello, pues si hubiera golpeado el suelo cinco o seis veces se habría asegurado otras tantas victorias sobre Siria (2 R. 
13:14-19).
Durante los años que siguieron Joás recuperó las ciudades que su padre había perdido 
anteriormente a manos de los sirios, y los derrotó en tres ocasiones, tal como Eliseo había 
predicho (13:22-25). 
18. Resucitó a un hombre años después de haber 
muerto (13:20, 21).
Eliseo murió y fue enterrado. Varios años después, cuando estaban sepultando un cadáver 
cerca de la tumba del profeta, dicho cadáver 
tocó accidentalmente los huesos de Eliseo y revivió, poniéndose en pie (13:20, 21)